Mi padre y yo yacíamos uno al lado del otro en la oscuridad con toros los músculos tensos; no nos atrevíamos ni a respirar. El lugar era pequeño y olía mal. Estábamos tumbados boca arriba, apenas podíamos levantar la cabeza. Sobre nosotros, la cosa se removía nerviosa en la cama.Deseé que se tranquilizara pronto.
Y al fin paró de moverse. Dejamos pasar unos segundos. ¿Se había dormido? ¿O sólo se había quedado despierto esperando?
– Ahora- me susurró mi padre al oído. Lentamente sacamos los brazos y cogimos el tobillo del niño con nuestras frías manos muertas.
Kenneth Oppel. “Miedos de medio minuto”, ed. Hidra.
Bueníiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo!10
Es terrorífico :S. Me angustiò de veras!
Ya jajajajaja,y ami :O